El gran problema de nuestra sociedad, el alto nivel de desempleo, sólo se puede remediar con el fortalecimiento del actual tejido empresarial, consolidando las actuales empresas y animando a todos los que tienen una iniciativa atractiva a abrirse un hueco en el mercado. Sólo desde la presencia de una importante oferta empresarial podrán los jóvenes que nunca trabajaron y los mayores que llevan mucho tiempo en el desempleo, encontrar trabajo.

Ningún gobierno resolvió nunca la lacra del paro y ninguno renuncia a presentarse como garantía de trabajo y mayor actividad económica. Los gobiernos tienen que crear las condiciones para que funcione el mercado de trabajo, pero no son los empleadores en nuestra sociedad. El papel de los gobiernos es más humilde, debiendo limitarse a facilitar los instrumentos para que las empresas contraten a más trabajadores.

Formación adecuada, infraestructuras potentes, suelo industrial barato, crédito accesible así como un adecuado  régimen fiscal que permita reactivar la economía y detener la escalada del paro favoreciendo activamente la creación de empleo, reduciendo los impuestos penalizadores del ahorro y favorecedores de las deslocalizaciones de contribuyentes y de empresas que sufre en este cao Asturias . Esa es su misión. Y a partir de ahí deben dejar actuar a los que verdaderamente saben, a los que tienen vocación de desenvolverse en el mercado de trabajo, a los que quieren arriesgar, a los que conocen con detalle las mercancías y los servicios que ponen en el mercado. Pero no suele ser así. Los gobiernos condicionan en exceso la vida de las empresas perjudicando con normas y reglamentos, con permisos y retrasos.  Desconfían de los empresarios y ven a las empresas como exclusivo instrumento de la recaudación fiscal.

En Asturias históricamente cualquier iniciativa privada pierde su dimensión social, para ser una empresa sospechosa que sólo merece ser cosida a impuestos o sometida al ‘vía crucis’ de la larga tramitación de licencias, permisos y concesiones. Se llegó a  crea una atmósfera tan delirante que hasta el trabajo público tiene prioridad sobre el privado creando dos marcos laborales.

Hago toda esta reflexión sobre lo público y lo privado para decir dos cosas:

  • 1.     La santificación de lo público es el haz de una hoja cuyo envés es la demonización de lo privado.
  • 2.     Este valor cultural de sucesivos gobiernos durante muchos años, fomentado y extendido por toda Asturias, no es una propuesta ingenua, sino profundamente interesada, ya que cuantas más actividades dependan de lo público, más dependencia tendrá la sociedad de los presupuestos de las administraciones y más músculo tendrá la clase política en el poder.

Por eso no prolifera la iniciativa privada todo lo que necesitamos en Asturias, por eso sólo tiene patente de longevidad cualquier proyectos de titularidad pública, donde su gestión no descansa en la racionalidad económica, donde no se trabaja con la solidez que requieren los proyectos a largo plazo, sino que el rumbo de las empresas públicas queda delimitado a los sucesivos calendarios electorales y además para estar al frente de cualquiera de estas empresas, organismo o fundaciones es suficiente con poseer el carné del partido en el poder en lugar de acceder conforme a acreditados criterios de mérito y capacidad.

El mundo de la empresa traslada un mensaje claro de lo que requiere de las administraciones y son estas demandas las que deben focalizar la acción de cualquier gobierno:

  • 1) apoyo institucional,
  • 2) Eliminación de trabas administrativas,
  • 3) Medidas para la financiación y acceso al crédito
  • 4) y que la reducción del periodo de pago a proveedores por parte de la administración sea un hecho constatable.

Qué duda cabe estas medidas formarían parte de un programa general de impulso a nuestra economía, un programa que requiere esfuerzo, innovación, sin cambios y sacrificios, para alejarnos de cualquier inmovilismo. Estoy seguro que los aquí presentes compartimos la necesidad de unas, comunicaciones viarias, ferroviarias y aéreas dignas, de poco nos sirve tener empresarios competitivos si en el mercado global en el que se mueven no pueden llegar con facilidad a los principales centros de negocio. Las empresas que pretendemos potenciar nacen para desarrollar su actividad en un mercado global y debemos facilitarles esa proyección internacional a todos los niveles. La asunción  del riesgo que conlleva un nuevo proyecto empresarial debe convertirse en auténtica oportunidad y no una tremenda dificultad.

Fernando Couto Garciablanco
Ingeniero Superior Industrial
Concejal Delegado de Desarrollo Económico y Empleo Ayuntamiento de Gijón

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