La transmisión generacional de la pobreza es un hecho, a pesar de que los servicios públicos de bienestar funcionan satisfactoriamente. Según la encuesta del I.N.E. 2011 sobre Condiciones de Vida, el factor más decisivo es la educación, multiplicándose por cuatro el riesgo de pobreza cuando el padre es analfabeto.

También es notorio el número de casos en los que el fracaso escolar está correlacionado con el nivel de estudios de la madre. A mayor nivel de estudios de la madre, menor fracaso escolar. La educación es la principal arma para la prevención y lucha contra el empobrecimiento, si bien es cierto que las actuales tasas de paro y desempleo ponen más ingredientes en la receta de la precarización de las familias.

Según el EUROSTAT, las franjas de edad en mayor riesgo de pobreza y exclusión social son las comprendidas entre los jóvenes de 18 a 24 años y entre los menores de 18. Si a esto sumamos la siguiente franja, que es la que va desde los 25 hasta los 49 años, vemos que es prácticamente toda la población en edad de tener hijos, la que está en riesgo.

Desgraciadamente es la infancia, la parte más vulnerable por la pobreza familiar. Y es fundamental la coordinación entre los servicios sociales y el sistema educativo, para detectar las situaciones de riesgo. Es cierto que muchas veces, es en el entorno educativo donde se detectan riesgos no solo concernientes a la educación, si no también, riesgos que atañen a la correcta nutrición y cuidado y a la conflictividad en el entorno de las familias. De ahí que la coordinación entre administraciones sea fundamental para abordar el problema desde todas las perspectivas.

En cuanto a las cifras de desempleo, la tasa de paro juvenil se sitúa en torno al 55% por ciento, cifra insoportable en un estado del bienestar, y que dentro de la misma, las tasas mayores se dan en población con menor nivel de estudios. Es fundamental invertir en educación, ya que las tasas de empleabilidad se incrementan a medida que aumenta el nivel formativo.

Y el último detalle demográfico preocupante son los parados de larga duración, población mayor de 50 años, que aún no puede acceder al sistema de jubilación y que va agotando todas las prestaciones.

Como vemos, la crisis tiene su influencia particular en cada franja de edad, haciendo que sea prácticamente toda la población la que esté acusando la pobreza. De ahí que estemos empezando a hablar de precarización como entorno social hacia el que nos encaminamos, si no lo estamos ya.

Desde una perspectiva de género, ya apuntamos en una entrada anterior, de este mismo blog, como la feminización de la pobreza está más que constatada, con tasas de desempleo mayores, prestaciones sociales y pensiones menores que la población masculina.

BLANCA ESTHER ARANDA RILO
Vicepresidenta de la Federación de Mujeres Progresistas de Asturias.

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